Vivimos en una sociedad en la que el verbo amar se usa más de lo que se debe y se siente menos de lo que corresponde. En una sociedad en la que el orgullo sustituye el perdón y los polvos de una noche reemplazan los besos de buenos días de los lunes. En una sociedad donde los celos son una excusa para entrometerse en la intimidad de otra persona, donde engañar es un hábito y donde llevar escondido el corazón bajo llave es algo natural.