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Mostrando entradas de junio, 2012

23 gotas...

Tercera Parte Decidió dejar de pensar en ello. A su madre no le gustaría verla así de triste. Sabía que si sonreía, se sentiría orgullosa de ella. Se levantó del columpio y, sin mirar atrás, abandonó el parque, dejando atrás recuerdos y lágrimas. Quizá en alguna otra ocasión volvería. El sol empezó a esconderse, haciendo que el clima se tornara un poco más frío. Llegó tiritando a casa, dejó las llaves en el cuenco que había en una mesita al lado de la puerta y se descalzó. Se dirigió a la cocina y abrió la nevera. Suspiró. Se había olvidado por completo de hacer la compra y en ésta tan sólo había un paquete de queso en lonchas, cuatro cerezas en un bol y un brick de leche semi-desnatada. Miró el reloj. Las ocho y cuarto. No estaba demasiado segura de a qué hora cerraba el súper de debajo de casa, así que pensó en bajar por si había suerte. Volvió a calzarse y bajó veloz por las escaleras. Justo a tiempo. Aún quedaban 15 minutos para que cerraran, así que rápidamente fue en busca de

22 gotas...

Segunda Parte Iba caminando por la calle cuando, a penas sin darse cuenta, sus pies la llevaron a un parque donde solía ir a jugar con su madre cuando era pequeña. Una avalancha de recuerdos acudieron casi de inmediato a su mente, haciendo que una tímida sonrisa apareciera en su cara. Avanzó por el parque hasta llegar a los columpios. Se sentó en uno de ellos y empezó a columpiarse. Arriba y abajo. Arriba y abajo. Arriba y abajo. Sentía el frescor del viento en su cara y se echó un poco para atrás para poder sentir mejor aquella sensación de libertad. Se quedó allí unos instantes, balanceándose aún, aunque con menos intensidad. Cuánto la echaba de menos. A ella, a su madre. La había dejado sola cuando apenas era una niña, pero aún recordaba su perfume, su fragancia. Recordaba a la perfección todas y cada una de las pequeñas arrugas de su rostro. Evocaba su forma de vestir, de caminar, de hablar. Su voz, dulce donde las haya, hacía enojar de envidia a los ángeles. Pero aquella maldi

21 gotas...

Primera Parte Carla era una chica alegre, divertida y risueña. Tenía el cabello largo, ondulado y moreno. Sus ojos color café, eran grandes y penetrantes, a la vez que su mirada era sincera y dulce. Poseía una sonrisa que hasta los dioses envidiaban, ya que desprendía una luz que poca gente era capaz de regalar. Aquel día vestía con unos shorts tejanos desgastados y una camiseta ancha de color naranja apagado. Llevaba el pelo recogido en una trenza medio deshecha, adornada con tres pequeñas flores semejantes a las margaritas y escondía tras unas  Ray-Ban  aviador sus bonitos ojos oscuros. En su muñeca izquierda, un reloj blanco y dos pulseras entrelazadas a juego con la camiseta. En la derecha, tan sólo un tatuaje. Sus pies calzaban unas Converse negras, aún más desgastadas que sus shorts y que, aunque eran viejas, no quería deshacerse de ellas.