Y, es como casi sin darte cuenta, aparece alguien que te pone el mundo patas arriba. Que te rompe los esquemas. Que te vuelve a inspirar esa confianza que creías que no ibas a poder tener nunca más. Que hace que los problemas sean menos problemas (valga la redundancia). Que te hace reír a carcajada limpia y que te vuelvas a reír aún más fuerte, hasta que te duelen las costillas. Que te deja ser tú misma. Simplemente, que no te presiona.