Y de repente un día te levantas, corres las cortinas y te das cuenta de que ha empezado un día mejor. De que tu vida ha cambiado. De que eres capaz de superar todo lo que se te presente y más. Comprendes por fin que eres fuerte, que no hay nada que pueda borrar la sonrisa de tu cara. Que no hay nadie capaz de hacerte sentir inferior. Pero tampoco superior. Simplemente eres tú misma, sin máscaras. Y te sientes bien.
Ahora sabía como se sienten los pájaros enjaulados. Su jaula tenía barrotes invisibles que se le calvaban en el corazón, haciendo que su sangre le inundase los pulmones. Impidiéndole respirar. Se ahogaba en el silencio de aquellas cuatro paredes. La frustración se apoderaba de ella, dejando paso después a la ira. Se volvía loca imaginando su libertad, porque era consciente de que aún era lejana. La rozaba con la punta de los dedos en sueños y, al despertar, se desvanecía como el efímero humo de un cigarro.
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