Ir al contenido principal

35 gotas...

LA CENICIENTA QUE NO QUERÍA COMER PERDICES




La cenicienta que no quería comer perdices es un cuento moderno, en el que no se presenta la típica princesa rosa, rubia y "azucarada" que se casa con el típico príncipe azul, rubio y "azucarado".

En la historia, se muestra a la cenicienta como una mujer vegetariana y rebelde, la cual es prácticamente obligada a casarse con un príncipe que es de todo menos encantador.
Por tal de cumplir con el papel de princesa sumisa que se le ha "encasquetado", tiene que pasarse la vida cocinándole a su príncipe diferentes tipos de perdices (ya que son el manjar favorito de éste), las cuales nunca están a su gusto; pero eso sí, siempre subida a unos tacones de palmo y de punta, por si acaso se le ocurriera echar a correr.

Para mas inri, todos los que le rodean (sobre todo las demás mujeres), insisten en que debe aguantar el tipo con su príncipe porque no es para tanto y porque, simplemente, es lo que toca. Claro, las mujeres han de ser sumisas, calladas y obedientes, y a quien se le ocurra pensar lo contrario va en contra de la ideología de la mayoría de la sociedad y, además, ¡está loca!

Con tal de evitar los comentarios de la gente, la cenicienta decide callarse y, ¡cómo no!, resignarse a vivir la vida que se supone que le ha tocado vivir, la cual cosa hace que cada día que pasa se encuentre más cansada física y emocionalmente.

Un día, de repente se da cuenta de que los príncipes ni existen ni te salvan, ya que nadie es capaz de hacerlo excepto ella misma. Así fue como la cenicienta empezó a llorar y a llorar hasta desahogarse por completo y quedarse totalmente vacía, ya que prefería la sensación de vacío a la de tener el corazón encarcelado.

Finalmente, se deshace de su príncipe, de las perdices y de los tacones y decide ser feliz consigo misma, ya que eso es lo que deberían hacer todas las cenicientas del mundo, en lugar de conformarse con un príncipe que, en lugar de salvarlas, las condena a una vida de sufrimiento y dependencia. 



Enlace al cuento: http://www.mujeresenred.net/IMG/pdf/lacenicientaquenoqueriacomerperdices.pdf

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

71 gotas...

Ahora sabía como se sienten los pájaros enjaulados. Su jaula tenía barrotes invisibles que se le calvaban en el corazón, haciendo que su sangre le inundase los pulmones. Impidiéndole respirar. Se ahogaba en el silencio de aquellas cuatro paredes. La frustración se apoderaba de ella, dejando paso después a la ira. Se volvía loca imaginando su libertad, porque era consciente de que aún era lejana. La rozaba con la punta de los dedos en sueños y, al despertar, se desvanecía como el efímero humo de un cigarro.

68 gotas...

Si hablo de amor, tengo que hablar de las noches en las que me tocas el pelo hasta que me quedo dormida. De todos los abrazos que nos damos entre sueño y sueño, porque ni dormidos sabemos estar sin tocarnos. Si hablo de amor, tengo que hablar sobre nuestros besos en cada reencuentro después de pasar días separados. De las caricias en el sofá viendo la tele sin verla, porque estamos demasiado ocupados mirándonos a los ojos. Si hablo de amor, hablo de cada detalle que tienes conmigo. De las veces que te levantas de la silla para traerme algo de comer cuando tengo hambre o algo de beber cuando tengo sed. Si hablo de amor, tengo que hablar de cómo consigues tranquilizarme cuando estoy enfadada, triste o angustiada. De las veces que me haces reír incluso ni cuando yo misma me aguanto. Si hablo de amor, he de hablar de tí.

70 gotas...

A veces me cuesta mantenerme optimista, los kilómetros me dificultan esta tarea. Me consuela saber que nos sobran dedos contando los días que faltan para vernos, pero me faltan manos para contar los que nos quedan para no volver a separarnos. Hace tiempo que sé que mi hogar está allá donde tú estés, me siento una extraña si no estás a mi lado. Pero, cuando estás, es como magia.