Tenemos tanto miedo a equivocarnos que muchas veces dejamos pasar oportunidades que no volverán a aparecer en nuestra vida nunca más. Y es triste. Es triste saber que por temor a cometer actos que luego puedan tener consecuencias (que, además no sabemos si serán positivas o negativas), dejamos de intentar ser felices. Porque, al fin y al cabo, todo lo que hacemos tiene el mismo objetivo: la felicidad. No merece la pena dejar de intentar alcanzar ese objetivo simplemente por el puro temor a cometer errores.
Tener miedo a lo que podrá ser no hace más que dar pie a que nos preguntemos qué pudo haber sido.
Tener miedo a lo que podrá ser no hace más que dar pie a que nos preguntemos qué pudo haber sido.
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