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47 gotas...

Plantada delante del espejo, observaba el daño que le había causado el paso del tiempo a su rostro; su pelo, antes largo y negro como el azabache, lucía ahora recogido en un aburrido moño gris adornado con un par de agujas con perlas blancas que antaño pertenecieron a su madre. Le tenía un cariño especial a esos adornos, quizá porque eran el único recuerdo material que le quedaban de ella. Levantó la mano y tocó una de las perlas con sus dedos finos y arrugados. Dibujó media sonrisa, la cual se esfumó de repente al cruzarse su mirada con la de su reflejo en el espejo. A medida que bajaba la mano de su cabeza, iba deteniéndose por cada arruga que encontraba, acariciándola suavemente con un dedo. 




Cuando finalizó su extraño recorrido, una lágrima fugaz cruzó el desierto de su mejilla, hidratando el recuerdo de su juventud



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71 gotas...

Ahora sabía como se sienten los pájaros enjaulados. Su jaula tenía barrotes invisibles que se le calvaban en el corazón, haciendo que su sangre le inundase los pulmones. Impidiéndole respirar. Se ahogaba en el silencio de aquellas cuatro paredes. La frustración se apoderaba de ella, dejando paso después a la ira. Se volvía loca imaginando su libertad, porque era consciente de que aún era lejana. La rozaba con la punta de los dedos en sueños y, al despertar, se desvanecía como el efímero humo de un cigarro.

31 gotas...

Como en un sueño difuminado en el que los colores se mezclan hasta el punto de no saber cuál es cuál. Como un océano en el que desembocan miles de ríos cada día, haciendo que sus aguas se entrelacen creando nuevas corrientes. Como una caricia tan efímera que pudiera confundirse con el leve suspiro del viento. Como una palabra atascada en lo más recóndito del alma que, por miedo a salir, se refugia detrás de una lágrima. Sincera, como la sonrisa de un niño. 

69 gotas...

Se acababa el año y sólo podía pensar en lo feliz que había sido durante esos 365 días. Desde que le conoció, no podía imaginarse la vida de otra forma, con otra persona. Y, ¿para qué hacerlo? Si tenía al lado al ser más maravilloso de todo el universo. Le transmitía tanta paz, tanta serenidad... Podía contar perfectamente con los dedos de una mano las veces que habían discutido, ¡y le sobraban dedos! Pero, a la hora de contar sonrisas.... le faltaban manos. Junto a él le sobraban los motivos para estar contenta, pues era todo lo que había soñado: atento, cariñoso, detallista, divertido... Con él podía hablar durante horas de cualquier tema o, simplemente, estar callados. Podía ser ella, con todas sus taras. No tenía que fingir u obligarse a ser alguien que no era. Ya no se avergonzaba por sus defectos. Simplemente vivía orgullosa de ella misma, a sabiendas que él vivía orgulloso también. Igual que ella de él. Y se amaban, a su manera. La manera más bonita que podía existir de amar a...