Solía pensar que los perfumes eran como recuerdos envasados. Le gustaba coleccionar los botes de perfume que le regalaban porque, de esa manera, era como coleccionar sus propios recuerdos. Tenía alrededor de veinte frascos de fragancias diferentes, todos con una historia distinta. Muchas veces se sentaba en la cama, cogía un par de éstos y los olía. Primero uno. Después el otro. Su mente empezaba a recordar los momentos exactos en los que usó esos aromas, las personas con las que estaba en esos instantes, los lugares en los que estuvo.. Todo. Del mismo modo, otras esencias le recordaban simplemente emociones. Emociones intensas que hacían que su piel se erizara. Emociones que le hacían sonreír. O llorar. O simplemente dejaban un vacío en ella. Cuando se cansaba de recordar tiempos pasados, tapaba los perfumes y los dejaba cuidadosamente en su sitio, casi con temor a que se evaporaran y, junto a ellos, sus memorias.
Ahora sabía como se sienten los pájaros enjaulados. Su jaula tenía barrotes invisibles que se le calvaban en el corazón, haciendo que su sangre le inundase los pulmones. Impidiéndole respirar. Se ahogaba en el silencio de aquellas cuatro paredes. La frustración se apoderaba de ella, dejando paso después a la ira. Se volvía loca imaginando su libertad, porque era consciente de que aún era lejana. La rozaba con la punta de los dedos en sueños y, al despertar, se desvanecía como el efímero humo de un cigarro.
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