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55 gotas...

No le quedó más remedio que parar, echar el freno, respirar hondo y pensar detenidamente qué quería y qué no quería en su vida. Analizó qué es lo que realmente le hacía feliz y llegó a la conclusión de que lo que hacía ahora no le satisfacía en absoluto. Sabía que la felicidad era efímera, que duraba poco, pero tenía la esperanza de que, si alcanzaba sus objetivos, al menos conseguiría una sensación de satisfacción que se asemejaría bastante a lo que se entiende por felicidad.
Pero de una cosa sí que estaba segura; el camino no iba a ser fácil. Ni siquiera iba a tener un grado de dificultad medio. Pero por algún sitio hay que empezar. Quizá tendría que hacer borrón y cuenta nueva, fijarse otro tipo de metas, otro tipo de propósitos. Un paso muy importante también sería empezar a creer un poco más en ella misma. Entender que, pase lo que pase, podría ser capaz de cualquier cosa, de ser todo lo que quisiera ser.



Pero el camino es largo. Muy largo. 

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71 gotas...

Ahora sabía como se sienten los pájaros enjaulados. Su jaula tenía barrotes invisibles que se le calvaban en el corazón, haciendo que su sangre le inundase los pulmones. Impidiéndole respirar. Se ahogaba en el silencio de aquellas cuatro paredes. La frustración se apoderaba de ella, dejando paso después a la ira. Se volvía loca imaginando su libertad, porque era consciente de que aún era lejana. La rozaba con la punta de los dedos en sueños y, al despertar, se desvanecía como el efímero humo de un cigarro.

68 gotas...

Si hablo de amor, tengo que hablar de las noches en las que me tocas el pelo hasta que me quedo dormida. De todos los abrazos que nos damos entre sueño y sueño, porque ni dormidos sabemos estar sin tocarnos. Si hablo de amor, tengo que hablar sobre nuestros besos en cada reencuentro después de pasar días separados. De las caricias en el sofá viendo la tele sin verla, porque estamos demasiado ocupados mirándonos a los ojos. Si hablo de amor, hablo de cada detalle que tienes conmigo. De las veces que te levantas de la silla para traerme algo de comer cuando tengo hambre o algo de beber cuando tengo sed. Si hablo de amor, tengo que hablar de cómo consigues tranquilizarme cuando estoy enfadada, triste o angustiada. De las veces que me haces reír incluso ni cuando yo misma me aguanto. Si hablo de amor, he de hablar de tí.

70 gotas...

A veces me cuesta mantenerme optimista, los kilómetros me dificultan esta tarea. Me consuela saber que nos sobran dedos contando los días que faltan para vernos, pero me faltan manos para contar los que nos quedan para no volver a separarnos. Hace tiempo que sé que mi hogar está allá donde tú estés, me siento una extraña si no estás a mi lado. Pero, cuando estás, es como magia.