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58 gotas...

Llevaba un tiempo con un vacío en el pecho y una carga en los hombros, como si de una mochila de piedras se tratase. Temía dormir por todos los monstruos que le acechaban cuando cerraba los ojos y se transportaba al país de los sueños o, en su caso, de las pesadillas. Monstruos enormes que la estrechaban entre sus brazos, oprimiéndole, dificultando su respiración. Le faltaba el aire. También temía irse a dormir porque sabía que al despertar tendría que levantarse de la cama y eso cada vez le costaba más. Cada día que pasaba perdía más la ilusión por todas las cosas que antes le hacían feliz, incluso las más pequeñas. Estaba aburrida, cansada de su realidad, de su rutina. Deseaba con todas sus fuerzas salir de allí, irse a otro lugar. Pero a la vez lo único que quería era estar sola debajo de su manta viendo pasar las horas. A veces lloraba sin razón aparente, simplemente para vaciarse un poco más de lo que ya lo estaba. Cuando no estaba triste, estaba de mal humor. Frustración, quizá.




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"Es como una jaqueca, te dices que es temporal, que pasará. Es sólo un mal día. Pero no lo es, estás atascada en ese estado mental. Te acostumbras a usar una máscara social y a vivir entre los demás porque es lo que tienes que hacer".


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71 gotas...

Ahora sabía como se sienten los pájaros enjaulados. Su jaula tenía barrotes invisibles que se le calvaban en el corazón, haciendo que su sangre le inundase los pulmones. Impidiéndole respirar. Se ahogaba en el silencio de aquellas cuatro paredes. La frustración se apoderaba de ella, dejando paso después a la ira. Se volvía loca imaginando su libertad, porque era consciente de que aún era lejana. La rozaba con la punta de los dedos en sueños y, al despertar, se desvanecía como el efímero humo de un cigarro.

68 gotas...

Si hablo de amor, tengo que hablar de las noches en las que me tocas el pelo hasta que me quedo dormida. De todos los abrazos que nos damos entre sueño y sueño, porque ni dormidos sabemos estar sin tocarnos. Si hablo de amor, tengo que hablar sobre nuestros besos en cada reencuentro después de pasar días separados. De las caricias en el sofá viendo la tele sin verla, porque estamos demasiado ocupados mirándonos a los ojos. Si hablo de amor, hablo de cada detalle que tienes conmigo. De las veces que te levantas de la silla para traerme algo de comer cuando tengo hambre o algo de beber cuando tengo sed. Si hablo de amor, tengo que hablar de cómo consigues tranquilizarme cuando estoy enfadada, triste o angustiada. De las veces que me haces reír incluso ni cuando yo misma me aguanto. Si hablo de amor, he de hablar de tí.

70 gotas...

A veces me cuesta mantenerme optimista, los kilómetros me dificultan esta tarea. Me consuela saber que nos sobran dedos contando los días que faltan para vernos, pero me faltan manos para contar los que nos quedan para no volver a separarnos. Hace tiempo que sé que mi hogar está allá donde tú estés, me siento una extraña si no estás a mi lado. Pero, cuando estás, es como magia.