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69 gotas...

Se acababa el año y sólo podía pensar en lo feliz que había sido durante esos 365 días. Desde que le conoció, no podía imaginarse la vida de otra forma, con otra persona. Y, ¿para qué hacerlo? Si tenía al lado al ser más maravilloso de todo el universo. Le transmitía tanta paz, tanta serenidad... Podía contar perfectamente con los dedos de una mano las veces que habían discutido, ¡y le sobraban dedos! Pero, a la hora de contar sonrisas.... le faltaban manos. Junto a él le sobraban los motivos para estar contenta, pues era todo lo que había soñado: atento, cariñoso, detallista, divertido... Con él podía hablar durante horas de cualquier tema o, simplemente, estar callados. Podía ser ella, con todas sus taras. No tenía que fingir u obligarse a ser alguien que no era. Ya no se avergonzaba por sus defectos. Simplemente vivía orgullosa de ella misma, a sabiendas que él vivía orgulloso también. Igual que ella de él.




Y se amaban, a su manera. La manera más bonita que podía existir de amar a alguien.

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71 gotas...

Ahora sabía como se sienten los pájaros enjaulados. Su jaula tenía barrotes invisibles que se le calvaban en el corazón, haciendo que su sangre le inundase los pulmones. Impidiéndole respirar. Se ahogaba en el silencio de aquellas cuatro paredes. La frustración se apoderaba de ella, dejando paso después a la ira. Se volvía loca imaginando su libertad, porque era consciente de que aún era lejana. La rozaba con la punta de los dedos en sueños y, al despertar, se desvanecía como el efímero humo de un cigarro.

67 gotas...

Hace mucho, mucho tiempo, en un pequeño pueblo situado en el medio de un gran bosque, vivía un niño de ojos castaños y profundos. Como cada tarde, después de ayudar a sus padres en su oficio como reposteros, salió de casa y se dispuso a pasear por el monte para buscar frutos silvestres que, más tarde, su madre utitilzaría para sus mermeladas caseras. Cansado de deambular siempre por el mismo sendero, pensó que sería buena idea tomar otro camino, puesto que así quizá hallaría nuevas zarzas repletas de moras. Así pues, el pequeño cogió su cesta de mimbre y bajó por la colina, desviándose de su ruta habitual. Después de varios minutos andando, vislumbró entre los arbustos algo que le llamó la atención. Curioso, se acercó rápidamente y pudo observar un letrero de madera, algo podrido y mohoso, que simplemente tenía una flecha tallada en éste. Pensó que, seguramente, el letrero indicaría la dirección a seguir para llegar al pueblo desde el punto donde se encontraba. Como ya llevaba un buen ...

2 gotas...

Respiro. Respiro profundamente pero sigue faltándome el oxígeno. como si algo obstruyera mi interior y no dejara pasar el aire. El corazón se me acelera, pero yo no me detengo. Sigo corriendo, abriéndome paso entre la niebla. No sé hacia dónde voy, pero continúo avanzando. Todo a mi alrededor está borroso, como cuando se abren los ojos dentro del agua. Repentinamente, me siento caer. Grito a pleno pulmón a sabiendas que nadie puede oírme. Cada vez está más oscuro y el abismo parece no tener fin. La sensación de angústia recorre todo mi cuerpo. De repente, abro los ojos. Tan sólo había sido un sueño... Uno de tantos...