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40 gotas...

El reflejo de la luz medio fundida de la lámpara sobre la superficie de la botella vacía se confundía con el destello de su mirada. En una mano, un cigarrillo consumido y, en la otra, un vaso de whisky con hielo. Sentada en un sillón de piel desgastado, pensaba qué había hecho mal para acabar así: borracha y sola. De lo primero se hacía una idea... De lo segundo, no sabía cómo había llegado a tal extremo. Sola. Tan sola que ni las agujas del reloj la acompañaban en su tormento. Casi sin pensarlo, se levantó del sillón y estampó el whisky con hielo en la pared agrietada de aquella habitación. Por sus mejillas rodaban miles de lágrimas y su cara expresaba un dolor tan profundo que hacía que sus entrañas se retorcieran. Nada ni nadie podía salvarla de su locura.


Sonó el teléfono.










O quizás si...






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71 gotas...

Ahora sabía como se sienten los pájaros enjaulados. Su jaula tenía barrotes invisibles que se le calvaban en el corazón, haciendo que su sangre le inundase los pulmones. Impidiéndole respirar. Se ahogaba en el silencio de aquellas cuatro paredes. La frustración se apoderaba de ella, dejando paso después a la ira. Se volvía loca imaginando su libertad, porque era consciente de que aún era lejana. La rozaba con la punta de los dedos en sueños y, al despertar, se desvanecía como el efímero humo de un cigarro.

68 gotas...

Si hablo de amor, tengo que hablar de las noches en las que me tocas el pelo hasta que me quedo dormida. De todos los abrazos que nos damos entre sueño y sueño, porque ni dormidos sabemos estar sin tocarnos. Si hablo de amor, tengo que hablar sobre nuestros besos en cada reencuentro después de pasar días separados. De las caricias en el sofá viendo la tele sin verla, porque estamos demasiado ocupados mirándonos a los ojos. Si hablo de amor, hablo de cada detalle que tienes conmigo. De las veces que te levantas de la silla para traerme algo de comer cuando tengo hambre o algo de beber cuando tengo sed. Si hablo de amor, tengo que hablar de cómo consigues tranquilizarme cuando estoy enfadada, triste o angustiada. De las veces que me haces reír incluso ni cuando yo misma me aguanto. Si hablo de amor, he de hablar de tí.

70 gotas...

A veces me cuesta mantenerme optimista, los kilómetros me dificultan esta tarea. Me consuela saber que nos sobran dedos contando los días que faltan para vernos, pero me faltan manos para contar los que nos quedan para no volver a separarnos. Hace tiempo que sé que mi hogar está allá donde tú estés, me siento una extraña si no estás a mi lado. Pero, cuando estás, es como magia.