El olor a esmalte de uñas inundaba su habitación. Tenía la impresión que dentro de esas cuatro paredes el tiempo no pasaba. Se estancaban las horas, los minutos no corrían, los segundos se escondían dentro del armario y el sonido del reloj se atascaba en un suspiro. En su interior volaba lejos de aquella cárcel imaginaria, dejándose llevar por la suave carcajada del viento. Carcajada que ella envidiaba, ya que su garganta no era capaz de reproducir más que sollozos sin sentido.
Hubiera dado hasta la vida por volver a bailar con la luna...
Hubiera dado hasta la vida por volver a bailar con la luna...
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