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Mostrando entradas de noviembre, 2016

62 gotas...

Desde su ventana podía ver perfectamente el parque que había justo enfrente de su casa. Le gustaba asomarse y observar a los niños divertirse mientras se tiraban por el tobogán o se balanceaban, alegres, en los columpios. Pero a aquella hora ya no había niños. Era de noche y el frío invierno amenazaba con helar las gotas de agua que había dejado la lluvia aquella tarde. Un movimiento extraño llamó su atención, haciendo que fijara su mirada en el balancín que había justo al final del parque. Entrecerró los ojos para poder captar mejor aquella sombra que se movía lentamente y logró diferenciar la silueta de un niño de no más de cinco años. El niño avanzó poco a poco hasta llegar a una farola, donde la luz le iluminó. La miraba fijamente, sin expresión alguna de temor o incertidumbre. Se percató de que su ropa no era nuestra época, ni tampoco correspondía a la estación en la que se encontraba. Parecía sacado de una fotografía antigua. De repente, el niño levantó un brazo y la señaló c

61 gotas...

La miraba a los ojos y se perdía en ellos, encontrándose de nuevo en la comisura de sus labios. Se fundía en su piel en cada caricia, erizándose con ella en cada escalofrío. Se enredaba en cada abrazo con la trenza de su pelo, amarrándose a su cuerpo usando sus manos de coletero. Moría en cada suspiro y... Resucitaba, como el ave fénix, en cada una de sus sonrisas.

60 gotas...

Despertó, y al abrir los ojos le cegó la pálida luz del fluorescente de aquella extraña habitación. ¿Dónde estaba? Consiguió ponerse de pie y pudo observar que se encontraba en un cubículo de paredes blancas y acolchadas sin más decoración que unos grilletes tirados en el suelo y un gran espejo situado justo delante de ella. Se miró en el reflejo y apenas se reconoció. Despeinada, vestida con una bata blanca hasta las rodillas y con los brazos y las piernas llenas de moretones. Aprecio también restos de sangre seca que contrastaban con el blanco de su bata. No recordaba nada y tampoco sabía cuánto tiempo llevaba metida en aquel turbio lugar. Sentía la boca pastosa y un agudo dolor de cabeza hizo que se retorciera en el suelo. Tenía náuseas. Oyó un ruido de llaves y se abrió la puerta. Se giró lentamente y observó como dos figuras difuminadas se acercaban a ella sin dirigir ni una palabra y, entonces, se desmayó.