Despertó, y al abrir los ojos le cegó la pálida luz del fluorescente de aquella extraña habitación. ¿Dónde estaba? Consiguió ponerse de pie y pudo observar que se encontraba en un cubículo de paredes blancas y acolchadas sin más decoración que unos grilletes tirados en el suelo y un gran espejo situado justo delante de ella. Se miró en el reflejo y apenas se reconoció. Despeinada, vestida con una bata blanca hasta las rodillas y con los brazos y las piernas llenas de moretones. Aprecio también restos de sangre seca que contrastaban con el blanco de su bata. No recordaba nada y tampoco sabía cuánto tiempo llevaba metida en aquel turbio lugar. Sentía la boca pastosa y un agudo dolor de cabeza hizo que se retorciera en el suelo. Tenía náuseas.
Oyó un ruido de llaves y se abrió la puerta. Se giró lentamente y observó como dos figuras difuminadas se acercaban a ella sin dirigir ni una palabra y, entonces, se desmayó.
Oyó un ruido de llaves y se abrió la puerta. Se giró lentamente y observó como dos figuras difuminadas se acercaban a ella sin dirigir ni una palabra y, entonces, se desmayó.
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