La miraba a los ojos y se perdía en ellos, encontrándose de nuevo en la comisura de sus labios. Se fundía en su piel en cada caricia, erizándose con ella en cada escalofrío. Se enredaba en cada abrazo con la trenza de su pelo, amarrándose a su cuerpo usando sus manos de coletero. Moría en cada suspiro y...
Resucitaba, como el ave fénix, en cada una de sus sonrisas.
Resucitaba, como el ave fénix, en cada una de sus sonrisas.
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