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Mostrando entradas de marzo, 2012

10 gotas...

Llegó a casa y, cansada, se quitó los zapatos y se tumbó en la cama. Su mente le lanzaba una gran cantidad de pensamientos, pero ninguno importante. Pensamientos que llegaban, retumbaban unos instantes en su cabeza y volvían a marcharse para dar paso a otros nuevos. Giró la cabeza y miró una foto que tenía en su mesita de noche. Inconscientemente, la cogió y sonrió. Había estado tan poco tiempo con ella. pero le había hecho sentir tan querida... Quizá había sido demasiado pequeña para comprender todo el amor que le había regalado cada vez que la abrazaba o besaba. Ahora, recordándolo se sentía orgullosa. Orgullosa de haber tenido una persona que, aun lejos, la quería con tanta fuerza. Y, aunque ya no estaba aquí, sabía que la acompañaba y cuidaba allá donde ella fuera. Te quiero.  

9 gotas...

Miraba por la ventana y veía la lluvia caer, resbalándose suavemente por los cristales de su habitación. Su mano sostenía una taza de chocolate caliente a la cual le daba un sorbo de tanto en cuanto, mientras observaba como las transparentes gotas hacían carreras entre ellas para ver cual llegaba antes hasta abajo. Le hubiera gustado ser una de ellas, poder evaporarse, formar una nube y volver a dejarse caer una y otra vez. Al menos así se sentiría libre. Sin tener que preocuparse por nada ni nadie. Sin tener que aguantar las palabras de la gente. Siendo una gota no tendría corazón donde guardar sentimientos vacíos ni recuerdos borrosos. O quizá ser una lágrima...

8 gotas...

Los rayos de sol le acariciaban cálidamente la cara. La brisa marina provocaba que su largo cabello moreno se moviera al ritmo de las olas. El olor de la playa le penetraba hasta lo más profundo de su ser, produciendo en ella una sensación de tranquilidad que la dejaba casi adormecida. Sus finos dedos jugueteaban con la arena; cogía un puñadito y lo dejaba caer, haciendo que una pequeña nube de polvo se elevara y se mezclara con el aire. Pese a todo lo que había sufrido, tenía la esperanza de que todo se arreglaría lo antes posible. Confiaba en que dentro de poco podría mirar hacia atrás y reírse a carcajadas de lo estúpida que había sido y de lo poco que le había merecido la pena todo ese sufrimiento. Pero aún era pronto. Demasiado. 

7 gotas...

Era un día raro. Un día que antes tenía valor para ella, un día importante. Ahora, simplemente era uno mas de 365 que tiene el año. Pensaba que iba a ser  extraño y que el sueño de la noche anterior era un augurio de lo que acontecería hoy. Pero no le dio importancia. Es más, se quitó las penurias y las tristezas que la vestían y dibujó una sonrisa en su cara. Se puso rímel en los ojos y colorete en las mejillas. Decidió no gastar ni un segundo más de su tiempo pensando en lo que pudo ser y no fue. Se propuso a si misma ser feliz, y así lo hizo. Sin más. 

6 gotas...

Cuando te sientes solo, sabes que por mucho que los demás te digan que están ahí, tú seguirás notando un sentimiento de vacío. Que por mucho que  insistan en que te quieren, tu corazón tiene una coraza de piedra que te impide sentir ese calor. Y tampoco puedes hacer nada para remediarlo, porque ni con las palabras eres capaz de expresar todo lo que te pasa por la cabeza. Y es frustrante. Desearías que todo volviera a la normalidad, pero sabes con exactitud que pasará mucho tiempo hasta que eso suceda. Y no lo aguantas. Y lo odias. Y te impacientas. Pero qué más da, al fin y al cabo nadie puede adelantar las agujas del reloj...

5 gotas...

"Cuando un cristal o un plato se rompe, genera sonido de algo rompiéndose. Cuando una ventana se hace añicos, la pata de una mesa se rompe, o se cae un cuadro de la pared hace ruido. Pero cuando tu corazón se rompe, el silencio es total. Es algo tan importante que piensas que su ruptura hará tal ruido que se oirá en todo el mundo, o sonará como un gong o un timbre. Pero simplemente hay silencio y entonces es cuando desearías que hubiese algún sonido que distrajese tu dolor. Si lo hay, es interno. Es un grito y nadie puede oírlo, solo tú. Es tan alto que tus oídos pita y tu cabeza duele. Es tan salvaje, como una herida abierta expuesta a agua marina, pero cuando realmente se rompe, solo se oye el silencio. Gritas en tu interior, pero nadie puede oírlo." Si pudieras verme ahora, Cecilia Ahern

4 gotas...

Bailaba bajo la luna. Bailaba sola, sin prisa, sin pausa. Se sentía libre, capaz de hacer cuanto se propusiera. Sabía que tenía fuerzas y que, aunque había caído, podía volver a levantarse. Y eso estaba haciendo. Le costaba, pero allí estaba ella, con fuerza de voluntad avanzando sin cesar. Se reía a carcajadas de la tristeza y dibujaba nuevos amaneceres. Paró de bailar y se dejó caer en el húmedo césped. Su mente volaba a miles de kilómetros de aquel lugar y, su corazón, aún débil, se dejaba llevar por la brisa que producían sus sueños.