Era un
día raro. Un día que antes tenía valor para ella, un día importante. Ahora,
simplemente era uno mas de 365 que tiene el año. Pensaba que iba a ser extraño y que el sueño de la noche anterior
era un augurio de lo que acontecería hoy. Pero no le dio importancia. Es más,
se quitó las penurias y las tristezas que la vestían y dibujó una sonrisa en su
cara. Se puso rímel en los ojos y colorete en las mejillas. Decidió no gastar
ni un segundo más de su tiempo pensando en lo que pudo ser y no fue. Se propuso
a si misma ser feliz, y así lo hizo. Sin más.
Ahora sabía como se sienten los pájaros enjaulados. Su jaula tenía barrotes invisibles que se le calvaban en el corazón, haciendo que su sangre le inundase los pulmones. Impidiéndole respirar. Se ahogaba en el silencio de aquellas cuatro paredes. La frustración se apoderaba de ella, dejando paso después a la ira. Se volvía loca imaginando su libertad, porque era consciente de que aún era lejana. La rozaba con la punta de los dedos en sueños y, al despertar, se desvanecía como el efímero humo de un cigarro.
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