Ir al contenido principal

12 gotas...



Cuando era pequeña fantaseaba sobre cómo sería su vida cuando fuera mayor. Tenía altas expectativas sobre el amor. Creía que un día encontraría a un hombre, quizá de manera casual, chocándose con él en una gran avenida llena de gente, cruzando las miradas en una cafetería en el centro de la ciudad o vete tu a saber qué. Entonces él la invitaría a cenar a un restaurante bonito y acabarían la velada con un paseo en un parque a la luz de la luna. Y así surgiría el amor. Sin más vuelta de hoja, sin quebraderos de cabeza, sin dolor ni sufrimiento alguno. Pobre niña tonta. Ahora se daba cuenta de lo ilusa que había sido. Se daba cuenta de que todo no era de color rosa, si no de un color gris oscuro casi negro. Había vivido de primera mano lo que era sentir que se te rompía el corazón a pedacitos. Había conocido lo que era quedarse hasta altas horas de la madrugada llorando sin cesar. Había sentido como, de un momento a otro, su vida se le escapaba de las manos sin opción alguna. Pero, cuando tan solo creía ver oscuridad a su alrededor, un pequeño rayo de luz cruzó su cielo, dándole a su vida un toque de esperanza. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

71 gotas...

Ahora sabía como se sienten los pájaros enjaulados. Su jaula tenía barrotes invisibles que se le calvaban en el corazón, haciendo que su sangre le inundase los pulmones. Impidiéndole respirar. Se ahogaba en el silencio de aquellas cuatro paredes. La frustración se apoderaba de ella, dejando paso después a la ira. Se volvía loca imaginando su libertad, porque era consciente de que aún era lejana. La rozaba con la punta de los dedos en sueños y, al despertar, se desvanecía como el efímero humo de un cigarro.

68 gotas...

Si hablo de amor, tengo que hablar de las noches en las que me tocas el pelo hasta que me quedo dormida. De todos los abrazos que nos damos entre sueño y sueño, porque ni dormidos sabemos estar sin tocarnos. Si hablo de amor, tengo que hablar sobre nuestros besos en cada reencuentro después de pasar días separados. De las caricias en el sofá viendo la tele sin verla, porque estamos demasiado ocupados mirándonos a los ojos. Si hablo de amor, hablo de cada detalle que tienes conmigo. De las veces que te levantas de la silla para traerme algo de comer cuando tengo hambre o algo de beber cuando tengo sed. Si hablo de amor, tengo que hablar de cómo consigues tranquilizarme cuando estoy enfadada, triste o angustiada. De las veces que me haces reír incluso ni cuando yo misma me aguanto. Si hablo de amor, he de hablar de tí.

70 gotas...

A veces me cuesta mantenerme optimista, los kilómetros me dificultan esta tarea. Me consuela saber que nos sobran dedos contando los días que faltan para vernos, pero me faltan manos para contar los que nos quedan para no volver a separarnos. Hace tiempo que sé que mi hogar está allá donde tú estés, me siento una extraña si no estás a mi lado. Pero, cuando estás, es como magia.