Ir al contenido principal

15 gotas...

Dicen que basta tan sólo una mentira para poner el duda todas las verdades. Ella, en cambio, pensaba que no dependía del número de mentiras. Dependía de la magnitud, de la maldad y de la soberbia que ésta contenía. No le importó nunca perdonar pequeñas mentirijillas piadosas, de esas que se dicen para no hacer daño a  otra persona. Tampoco le importó perdonar aquellas que acompañaban arrepentimiento. Todos somos humanos, pensaba. Todos nos podemos equivocar alguna vez. Y, para qué engañarnos, todos queremos ser perdonados. También dicen que las verdades duelen. Ella, sin embargo, prefería mil verdades que se le clavaran como puñales que una mentira que la hiciese sentir en las nubes. Las prefería porque, cuando descubría que le habían mentido, esa nube se desvanecía como el humo de un cigarrillo, dejándola caer desde una gran altura en el frío y sólido suelo. Y dolía más que todas esas verdades juntas, e incluso más que cualquier otra tortura. Las mentiras siguen doliendo con el paso del tiempo y, por desgracia, esa clase de heridas no sanan. Simplemente se aprende a vivir con ellas.


Comentarios

Entradas populares de este blog

71 gotas...

Ahora sabía como se sienten los pájaros enjaulados. Su jaula tenía barrotes invisibles que se le calvaban en el corazón, haciendo que su sangre le inundase los pulmones. Impidiéndole respirar. Se ahogaba en el silencio de aquellas cuatro paredes. La frustración se apoderaba de ella, dejando paso después a la ira. Se volvía loca imaginando su libertad, porque era consciente de que aún era lejana. La rozaba con la punta de los dedos en sueños y, al despertar, se desvanecía como el efímero humo de un cigarro.

68 gotas...

Si hablo de amor, tengo que hablar de las noches en las que me tocas el pelo hasta que me quedo dormida. De todos los abrazos que nos damos entre sueño y sueño, porque ni dormidos sabemos estar sin tocarnos. Si hablo de amor, tengo que hablar sobre nuestros besos en cada reencuentro después de pasar días separados. De las caricias en el sofá viendo la tele sin verla, porque estamos demasiado ocupados mirándonos a los ojos. Si hablo de amor, hablo de cada detalle que tienes conmigo. De las veces que te levantas de la silla para traerme algo de comer cuando tengo hambre o algo de beber cuando tengo sed. Si hablo de amor, tengo que hablar de cómo consigues tranquilizarme cuando estoy enfadada, triste o angustiada. De las veces que me haces reír incluso ni cuando yo misma me aguanto. Si hablo de amor, he de hablar de tí.

70 gotas...

A veces me cuesta mantenerme optimista, los kilómetros me dificultan esta tarea. Me consuela saber que nos sobran dedos contando los días que faltan para vernos, pero me faltan manos para contar los que nos quedan para no volver a separarnos. Hace tiempo que sé que mi hogar está allá donde tú estés, me siento una extraña si no estás a mi lado. Pero, cuando estás, es como magia.