Escuchó el ruido del cerrojo y su cuerpo, lleno de moratones, empezó a temblar. Vendría con hambre, pero aún no había acabado de preparar la cena. En su interior, maldecía una y mil veces el día en que sus caminos se cruzaron. Entró en la cocina y a ella se le cortó la respiración. El miedo corría por sus venas y sus ojos estaban cansados de tanto llorar. Se giró y allí estaba él con un ramo de rosas rojas y un "perdóname, no volverá a ocurrir" en sus labios. No volverá a ocurrir. Cuántas veces había escuchado aquellas mismas palabras después de una paliza y cuántas otras le había perdonado pensando que esta vez era sincero. Aquella noche, en cambio, ella no dijo nada, se giró y continuó haciendo la cena. Escuchó como dejaba las rosas encima de la mesa de la cocina, maldiciéndola, y dando grandes zancadas salía a la calle, haciendo un gran estruendo al cerrar de un portazo. Dejó el cuchillo encima de la encimera y se sentó en una silla. Suspiró. Quería llorar, pero no le quedaban lágrimas. Quería gritar, pero no tenia fuerzas. Quería huir, pero le faltaba valor.
" En otra ocasión, quizá. Seguramente esta vez si estará arrepentido de veras. Me ha traído rosas rojas... Mis favoritas..."
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